De grandes a menudo nos encontramos con muchos problemas emocionales, con heridas no curadas, que se han ido enquistando y que no entendemos de dónde vienen y por qué las tenemos. Cómo se vive la infancia marcará mucho la vida adulta, y de eso no siempre somos conscientes. Hablamos de estas cuestiones con la vecina de la Floresta Judit Mateu. Ella es terapeuta, miembro de la Asociación de Método de Liberación de Corazas (MLC©) y de la Asociación Española de Brainspotting©, y responsable de Tempspertu y Casa Karuna en la Floresta
¿Qué es el Método de Liberación de Corazas? Es un método psicocorporal que se trabaja a través del cuerpo. Utilizamos materiales como pelotas de espuma, de tenis o palos para realizar un trabajo profundo. Es una clase de una hora aproximadamente, que se puede realizar cada semana. También realizamos talleres mensuales o puntuales, por ejemplo, para trabajar la coraza parental. Todos los condicionamientos que tenemos de nuestros padres podemos tratarlos en un taller, por ejemplo, de cuatro días.
¿Qué es la coraza parental? La coraza es una protección que nos ponemos endurecida. Muchas veces tenemos que protegernos porque no queremos ir con el corazón abierto, pero no es lo mismo protegerte en el trabajo que protegerte en casa. Seguramente en casa no es necesario protegerse porque es un espacio seguro, pero si nos ponemos igualmente una protección, sea el espacio donde esté, y la protección la dejamos permanentemente, se convierte en coraza. El origen de las corazas a menudo ocurre cuando somos pequeños, cuando somos más vulnerables y enseguida nos protegemos. Cuando nacemos somos perfectos. Los bebés son amor puro y corazón, y los adultos, a veces como padres no siempre lo hacemos bien, a menudo de manera inconsciente, y los hijos lo sufren.
Todas las personas que tratas, ¿tienen corazas que se han ido creando desde la infancia? ¿Todo viene relacionado en cómo has vivido esta etapa? Mayoritariamente sí. Todo viene desde la infancia y, me atrevo a decir por experiencia personal, que también viene de la vida intrauterina. Ya hay muchos estudios en los que se demuestra que el feto percibe muchas cosas. Tienen sentidos y una percepción mucho más intuitiva. A la madre le pasan cosas y a su entorno también, y el bebé en la barriga se resiente de todo.
¿Cómo puede ser que un tiempo tan corto de vida, como es la infancia, puede llegar a marcar tanto? Básicamente lo que más marcan son los primeros siete años de vida. El bebé cuando nace no habla y antes de que empiece a hacerlo pasan ya muchas cosas. El bebé debe comunicarse sin hablar y los padres no están acostumbrados y no siempre saben ni entienden el mensaje que el bebé quiere dar y, por tanto, se genera mucha coraza de impotencia y de desesperación. Todo lo que le ocurre al bebé que el adulto no sabe interpretar son vivencias que el bebé vive a su manera. Como adulto pensamos que no pasa nada si llora 10 minutos, pero para el bebé estos 10 minutos son eternos y se le crea una huella y todo un sistema de protecciones como consecuencia de ello.
Usted atiende también a muchas personas que no sólo han sufrido dejadez en la infancia, sino malos tratos y abusos, que de adultos son personas verdaderamente heridas y emocionalmente inestables… El trauma puede que sea muy puntual; como una violación, un secuestro rápido (que ocurre habitualmente en otros países), o un robo, y esto se vive de una manera muy concreta y está muy claro que esto es un trauma y quien lo pueda tratar terapéuticamente como trastorno postraumático, pues, perfecto. Pero a veces pasan «cositas» no tan fuertes, pero que son continuas en el tiempo, y esos pequeños malos tratos que nosotros no los percibimos como tal porque estamos habituados… como gritar, pegar, castigar, menospreciar… los niños lo van asimilando. Por ejemplo, en la actualidad con los móviles nos hemos convertido en padres poco presentes. Nos quejamos de que los niños están mucho con el móvil, pero los primeros en hacerlo somos los padres. Esta poca presencia de los padres en relación a los hijos hace que los hijos también se sientan perdidos porque lo primero que quieren cuando los vienen a buscar a la escuela es abrazarlos y muchas veces están con el móvil en la mano. Me gustaría ver cuántos padres están sin el móvil en la mano en el momento en que el niño sale de la escuela.
¿El adulto la busca sabiendo que está herido pero sin entender el porqué y de dónde viene? Lo difícil es ver que el dolor que sientes es de hace 30 o 40 años atrás y que hay una herida. Es como el pez que vive en el océano, que le cuentas que hay una vida fuera, pero que no se creerá porque nunca la ha visto. Pues a nosotros nos ocurre lo mismo. Vivimos de una manera que nos hemos acostumbrado a vivir desde la infancia y pensamos que es la mejor y única forma de vivir. Pero realmente hay otra forma de vivir que es atendiendo a tu malestar y sabiendo que no es necesario vivir evitando el cuerpo. Evitamos el cuerpo porque es donde sentimos la emoción que nos duele. Cuando éramos pequeños esta emoción era muy grande y no podíamos sostenerla porque nos sentíamos solos, así que de adultos hacemos el mismo proceso neuronal: tengo una emoción pero no quiero escucharla, porque tenemos el recuerdo de que de pequeños no queríamos sentir la tristeza porque era demasiado tristeza y de adultos hacemos lo mismo. Lo importante es darte cuenta de que realmente ahora eres adulto y si haces terapia puedes dejarte acompañar. Para mí lo más importante es darte cuenta de que te ocurre esto: que estás triste, rabioso o que tienes una angustia, porque muchas veces vivimos sin darnos cuenta de que tenemos una emoción porque vivimos desconectados del cuerpo. El Método de Liberación de Corazas (MLC©) te permite aprender a darte cuenta de que tienes un cuerpo donde pasan cosas.
La percepción del dolor cuando eres niño es la misma que de adulto, pero ¿la forma de tratarla diferente? Cuando eres niño eres toda emoción. La emoción es como una ola: llega, tiene una parte álgida y después va descendiendo. Si nosotros dejamos que la emoción haga este viaje es perfecto y esto es lo que hacen los niños. Los niños lloran y al cabo de 5 minutos están alegres, si les dejamos llorar, claro. Si les decimos no llores, que lo hacemos habitualmente porque estamos fuera de casa y no queda bien…entonces aquel niño reprime la emoción y aprende a reprimirla y la emoción no se va, sino que se queda en el cuerpo y cuándo somos adultos vuelve a aparecer acumulada y a veces en forma de enfermedad.
¿Es más fácil superar el sufrimiento que se ha vivido fuera del núcleo familiar, que el que se sufre en la familia?
Lo que cuenta en el caso del trauma y la herida es la percepción que uno tiene de lo que ocurre, independientemente de lo que ocurra. Si nosotros de pequeños percibimos que las personas que nos deben amar más son las personas que nos hacen sentir más malestar, el niño no lo entiende y preferirá pensar que el defectuoso es él y no el adulto. Hará ese razonamiento: «si me llevo bien y soy buena niña tengo la esperanza de que los adultos me quieran». Si por el contrario pienso que el defectuoso es lo que me hace daño, allí ya no hay remedio porque yo no puedo cambiar a quien me hace daño. Por eso nunca pensamos que el defectuoso es quien nos hace daño.
La frase que oímos a menudo de que «el tiempo lo cura todo», ¿es falsa?
Bastante porque lo que hacemos es poner en el trastero nuestro malestar y allí se queda, y no pasa nada mientras no nos pase algo, porque el cuerpo recuerda. Por ejemplo, si vivimos una ruptura de pareja, te puedes sentir abandonado y lloras el abandono, pero cuando estás muy mal y lloras mucho, mucho, entonces ya no estás llorando sólo ese abandono, sino que también lloras otros abandonos de la infancia, que no te acuerdas porque están en el subconsciente y es allí donde hay que ir. No hace falta ir a rascar nada si no te pasa nada, pero si realmente tienes un malestar y te sientes triste, quizás partiendo del momento presente puedes encontrar algo del pasado tirando del hilo. Pero esto lo decide la propia persona y no el terapeuta.