¿Qué se entiende por emoción?

Últimamente está muy de moda hablar de emociones y gestión emocional, cosa que para mi es normal, pues si tenemos en cuenta que “las emociones son reacciones psicofisiológicas y biológicas que ocurren de manera natural, espontánea y automática ante un estímulo externo (ante cualquier experiencia al ver u oír algo) o interno (ante cualquier experiencia al pensar, recordar, imaginar o visualizar algo)”, tal y como cuento en mi libro (pág. 56), como seres humanos que somos, las emociones están permanentemente presentes, circulando por nuestro cuerpo y en nuestro cuerpo. No obstante, ¿qué hacemos con nuestras emociones?

A mi entender podemos hacer varias cosas con las emociones y en función de lo que hagamos y cómo las tratemos, tendremos como resultado una gestión emocional más o menos óptima, más o menos acertada, para gestionar nuestra vida personal y profesional. Nuestras emociones las podemos sentir o no sentir, aceptar o rechazar, escuchar o reprimir, y en función de la combinación que hagamos de estas acciones surge lo que yo visualizo como un semáforo siendo el verde la combinación de sentir, aceptar y escuchar la emoción, el naranja la combinación de sentir, pero rechazar y reprimir la emoción y el rojo la opción de ni sentir la emoción (y en tal caso ya no hace falta que la rechacemos ni reprimamos).

¿Qué función tienen las emociones?

Las emociones nos movilizan en función de la hormona que se activa como reacción a una situación o a un pensamiento, imaginación o visualización. Por lo tanto, nos traen un mensaje para ayudarnos a gestionar esta situación externa o interna (pensamiento, imaginación, visualización), que estamos viviendo. Si sabemos escuchar el mensaje que nos trae cada emoción podremos gestionar mejor cada momento de nuestra vida, sea personal o profesional y por lo tanto nos van a ayudar a atender mejor nuestras necesidades, deseos y anhelos vitales y bien tratadas, acogidas y entendidas, por nosotros mismos y nuestro entorno, nos ayudan a recuperar nuestro bienestar, tanto personal como profesional.

¿Qué mensaje nos trae cada emoción?

El miedo, la tristeza, la rabia, la alegría, la aversión, la culpa, la vergüenza…son emociones que yo denomino de supervivencia, nos traen un mensaje para saber qué hacer, cómo actuar, en definitiva, cómo sobrevivir y gestionar mejor cualquier evento de nuestra vida presente.

El miedo nos comunica que debemos protegernos ante una situación de peligro. Si no sintiéramos miedo, podríamos no saber cómo salir de la situación peligrosa.

La rabia es una emoción de gran intensidad vital y mucha fuerza, nos suele poner en acción y nos muestra una situación de insatisfacción personal o expectativa no cubierta. Si valoramos y escuchamos esta emoción, no siempre bien acogida por nuestra sociedad, estaremos más cerca de poder satisfacer cualquier necesidad vital básica o afectiva que se nos presente.

La alegría nos comunica bienestar y ganas de vivir, es placentera y nos produce satisfacción de haber logrado algo, nos ayuda a socializar y a celebrar.

Otras emociones podrían ser la sorpresa, la aversión, la culpa, la vergüenza…y cada una nos trae un mensaje diferente para que actuemos de manera diferente y necesaria para cada situación que estemos viviendo.

Desde mi punto de vista, no hay emociones positivas ni negativas. Eso sí, hay emociones más o menos aceptadas por nuestra sociedad y más o menos aceptadas en función de nuestro género. Por ejemplo, a los hombres históricamente no se les ha permitido llorar y la expresión de la rabia no ha sido bien vista en las mujeres.

Nuestra gestión emocional se ha visto muy influenciada por este factor histórico, educativo y cultural de aceptación o rechazo de cada emoción.

¿Qué hace que no tengamos una educación emocional?

Las emociones se viven y se sienten en el cuerpo y normalmente vivimos desconectados de las emociones por qué las asociamos al malestar y no queremos sentir el dolor, lo que nos lleva a desconectarnos de ellas. No somos educados en gestión emocional, y si además le añadimos que vivimos en una sociedad estresada, con prisas y pendiente de las redes sociales, tenemos el “cóctel” servido.

No queda tiempo para parar, descansar, estar en el silencio necesario para atender y escuchar cómo estamos, cómo nos sentimos y qué está circulando por nuestro interior, por nuestro cuerpo. Vivimos desconectados de nuestro cuerpo. Que reprimamos, rechacemos o no sintamos las emociones, no quiere decir que no existan. Estas permanecen y siguen presentes en el cuerpo, se van acumulando y cuando menos nos lo esperamos surgen de la manera más imprevista posible, cuando ya no podemos ni sabemos gestionarlas.

¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra gestión emocional?

Mi propuesta es volver al cuerpo, parar, descansar, hacer silencio, dedicar el tiempo y crear el espacio necesarios para escuchar nuestro interior. Esto lo podemos hacer solos en casa o con la ayuda de alguna técnica de meditación o trabajo de conciencia corporal. Esto nos ayudará a volver a nuestro corazón, donde vamos a encontrar otro tipo de emociones más elevadas, como el amor, la compasión, la bondad, la gratitud, que a diferencia de las de supervivencia descritas anteriormente, que vivimos de fuera hacia dentro, estas más elevadas se viven de dentro hacia fuera, pues surgen de nuestro interior, de nuestro corazón, de nuestro Ser más profundo.

Una vez en contacto con nuestro cuerpo, con nuestro corazón y todas las emociones elevadas que se encuentran en nuestro interior, nos será mucho más fácil sostener, vivir, sentir, aceptar y escuchar las emociones de supervivencia, para poder acoger el mensaje que nos quieren entregar y poder decidir mejor y saber cómo actuar en cada momento de nuestra vida. De esta manera nos convertimos en líderes y co-creadores de nuestra vida, con más autonomía emocional y poder personal. Esto nos va a proporcionar mucho más bienestar a todos los niveles, tanto personal como profesional.