Hace poco más de un año me empezó a venir a la cabeza la necesidad de explicar la importancia de volver al cuerpo, la importancia de volver al corazón para escuchar y atender el mensaje que nos traen nuestras emociones. ¿Cómo explicar la importancia de habitar el cuerpo? ¿Cómo explicar que estamos desconectados de nuestro cuerpo, que no  habitamos nuestro cuerpo y que solamente sobrevivimos en nuestro universo mental limitado de nuestra personalidad? Era una tarea difícil…era cómo explicar a un pez que existe una realidad fuera del mar!

De esta idea inicial surgió al cabo de unos meses mi primer libro Sobrevivir en la mente o vivir en el corazón, publicado recientemente por la Editorial Hakabooks, en el que ofrezco un mapa acerca de cómo funcionamos como “seres” y como “humanos”, cómo nos relacionamos y manejamos con nuestras mentes (nuestra mente consciente y nuestra mente inconsciente), nuestras emociones y nuestro cuerpo.

En él intento mostrar que sobrevivimos en un universo mental en el que solamente sabemos utilizar la mente de nuestra personalidad herida y traumatizada que como “humanos” nos limita y nos mantiene en estados de miedo, culpa y falta de autoestima. Esta mente de nuestra personalidad que se ha ido creando a medida que hemos tenido que adaptarnos a nuestro entorno, no solo para protegernos de él sino también para satisfacer sus necesidades y demandas

Como seres humanos somos muy dependientes al nacer, no solo físicamente sino también emocionalmente. Necesitamos que nuestro clan, nuestro entorno, nos proteja, nos cuide y nos ame. La necesidad de protección, cuidado y amor nos lleva a hacer lo imposible para ser y sentirnos queridos. Creamos mecanismos de adaptación y de protección que muy a menudo nos exigen renunciar a nuestras necesidades, deseos y anhelos más profundos, nos exige renunciar a todo lo que se aloja en nuestro corazón. De manera automática e inconsciente vamos renunciando sin darnos cuenta a nuestro “ser” a medida que vamos construyendo nuestra personalidad, nuestro “humano”. Por ejemplo, dejamos de llorar si nuestro llanto no es bienvenido o todavía peor, si no hay nadie que pueda acompañarlo y sostenerlo.

Toda esta emocionalidad retenida y no expresada en su momento queda almacenada en nuestro corazón y, si la seguimos reprimiendo, de adultos llegará un momento que nuestro cuerpo ya no podrá sostenerla más y nos va a pasar factura manifestando esta emocionalidad en forma de algún síntoma físico o enfermedad más o menos grave.

Toda esta emocionalidad reprimida queda olvidada por nuestra mente consciente, pero no por nuestra mente inconsciente.

Olvidamos para sobrevivir y es un mecanismo muy inteligente de nuestra mente que tenemos que agradecer y honrar. Pero que olvidemos, solamente quiere decir que no almacenamos estas experiencias en nuestro córtex cerebral, nuestro cerebro más racional.

Olvidamos desde nuestra mente consciente, pero la experiencia y la emocionalidad derivada de ella no desaparece. Todo lo que no queremos ver, mirar ni recordar, todo lo que queremos olvidar, queda almacenado en nuestra mente no consciente, en esta parte de nuestro cerebro menos racional, más emocional y primitivo (nuestro cerebro límbico y reptiliano).

Si aceptamos que nuestro cerebro da lugar a la mente y que nuestro cerebro forma parte de nuestro cuerpo, podemos decir que todo lo que hemos ido llevando a nuestra mente no consciente, sigue quedando almacenado en nuestro cuerpo.

Nuestro cuerpo es la “caja negra” de nuestra vida, es donde han quedado registradas, queramos o no, todas las experiencias de nuestra historia, aunque no las recordemos. Si queremos conocer nuestra verdadera historia, tenemos que volver al cuerpo, tenemos que volver a habitar nuestro cuerpo, para poder escuchar esta emocionalidad que quedó retenida en él.

Escuchando las emociones recibiremos la información que ha quedado almacenada en nuestra mente no consciente y descubriremos las piezas de nuestra historia de vida que nos faltan para completar el puzzle y sentirnos completos e integrados, recuperando así nuestro poder personal, autonomía emocional y energía vital.

¿Desde cuándo no habitamos el cuerpo?¿Qué nos dificulta volver al cuerpo?

Desconectarnos del cuerpo fue un acto de inteligencia para sobrevivir a tanta emocionalidad que no supimos sostener, no pudimos expresar en su momento y tuvimos que reprimir por motivos varios.

Nuestra mente inconsciente nos protegió en su momento siendo el “trastero” de nuestra mente, alojando en él todo nuestro malestar. Ya no lo recordamos, pero allí está.

Que nuestra mente olvide no quiere decir que nuestro cuerpo olvide.

Nuestro cuerpo recuerda y por lo tanto no queremos volver al cuerpo porque de alguna manera sabemos (aunque no de manera consciente) que en el cuerpo vamos a encontrar este malestar que en su día no pudimos gestionar, escuchar, expresar ni compartir.

Si no volvemos al cuerpo no podemos volver al corazón para escuchar nuestras necesidades, deseos y anhelos más profundos, no podemos “ser”, y esto a la larga nos va a crear mucha frustración y vacío vital.

Si no habitamos nuestro cuerpo, no disponemos de toda la información que necesitamos para la gestión de nuestra vida, de nuestro negocio, de nuestro equipo o de nuestra empresa. Solamente disponemos de la información que nos proporciona nuestro cerebro más racional, más consciente, el neocórtex cerebral.

Si no habitamos nuestro cuerpo y no tenemos una conciencia corporal, no estaremos en contacto con nuestras emociones y por lo tanto no podremos escucharlas ni recibir el mensaje ni la información que estas han venido a entregarnos. ¡Nos perdemos una parte de la información para nuestra toma de decisiones!

Si además, gracias a la neurociencia, sabemos que las emociones se sienten en el cuerpo antes de ser procesadas por nuestro cerebro más racional y consciente, podemos afirmar que, tener una consciencia corporal desarrollada nos puede ayudar a anticiparnos a las posibles reacciones emocionales que cualquier experiencia o situación de nuestra vida nos pueda generar.

Tener más consciencia corporal nos ayudará a tener más autoconocimiento de lo que está ocurriendo en nuestro interior y podremos así liderar mejor nuestra vida, nuestro negocio, nuestro equipo y nuestra empresa.

Desde la neurociencia también se sabe que, queramos o no, cuando entramos en relación con otra persona, nuestro cuerpo va a sincronizarse con el cuerpo de esta; es decir, nuestro cerebro y todo nuestro organismo se sincroniza con el cerebro y el organismo de la otra persona. Entonces, si tenemos más conciencia corporal, si habitamos nuestro cuerpo y estamos a la escucha de lo que ocurre en él y a través de él, las emociones y sensaciones corporales, vamos a ser más capaces de captar y empatizar con el estado corporal y anímico de la persona con la que nos estamos relacionando, podremos “leer” cómo se encuentra, podremos sintonizar mejor con ella y mejorar así muchísimo la comunicación.

¿Te imaginas cómo la conciencia corporal mejoraría la comunicación en tus relaciones privadas, en tu negocio, con tu equipo o en tu empresa?