La relación del bebé con la madre se inicia en el momento de la concepción, sigue durante la vida intrauterina y es muy importante durante los primeros dos años de vida de su vida. Esta relación que se establece entre la madre y el bebé se la conoce como la “diada”. El rol del padre, si bien no es el mismo que la madre, también es muy importante y tiene su razón de ser
El padre no tiene tanta capacidad de comunicación no-verbal con el bebé como tiene la madre, no lo ha llevado nueve meses en su barriga. Para él, es más fácil entrar en comunicación con su bebé cuando éste empieza a hablar y a utilizar la palabra. Va a entrar de una manera más evidente en la “diada” (en la relación entre madre-bebé) a partir de los 2 años.
Cómo se encuentre anímicamente el padre, la relación que tenga la pareja entre ellos y la correlación que se haya establecido entre madre-bebé(que muchas veces no depende solamente de la madre, sino también del propio bebé como consecuencia de sus experiencias in-útero), va a condicionar la forma en la que éste va a entrar en la “diada”, creando así la “tríada” (padre-madre-bebé). No es lo mismo que el padre esté bien emocional y psíquicamente, que esté pasando por una depresión
No es lo mismo que la madre esté muy enganchada a su bebé, impidiendo al padre entrar de una manera sana en la “diada”, que la madre se muera o esté pasando una depresión post-parto, teniendo que entrar el padre en ese binomio antes de tiempo por necesidad, o que la madre sepa desapegarse sanamente de su bebé y permita al padre entrar de una manera equilibrada en la relación con éste.
La posición que el padre va a tener en esta “tríada”, va a condicionar la relación que éste va a crear con el bebé. Y como consecuencia de ello, el vínculo que se va a establecer entre padre-bebé/niño/adolescente, va a condicionar la relación que de adulto tendrá consigo mismo, con los demás y muy especialmente sus relaciones más íntimas de pareja
El bebé necesita la energía femenina y masculina para un equilibrio en su desarrollo, crecimiento y construcción de su personalidad. La energía femenina es más yin, más receptiva, asociada a cualidades y competencias como la escucha, la empatía, la introspección, la imaginación o la creación, y la energía masculina es más yang, más dinámica, activa, agresiva y la que regula la capacidad de dar.
La energía femenina y masculina está en hombres y mujeres a la vez, si bien los hombres, por su naturaleza, suelen tener más desarrollada la energía masculina y las mujeres la energía femenina. No obstante, como ya sabemos, es muy habitual, encontrarnos con mujeres muy masculinas y hombres muy femeninos.
Volviendo al padre y entendiendo a éste como el portador y transmisor de la energía masculina, su posición y presencia en la tríada va a condicionar el desarrollo de esta energía yang en el bebé, niño, adolescente y futura persona adulta.
A la hora de buscar pareja nos va a condicionar también qué creencias hayamos desarrollado y tengamos sobre el amor. No es lo mismo pensar “no soy digna de amor”, “nadie me querrá”, “nunca voy a encontrar una pareja que me quiera de verdad” o “soy digna de amor”, “puedo escoger a quien amar” o “el amor seguro que vendrá a mí”. Teniendo en cuenta que la energía femenina es más receptiva y la energía masculina es más dadora, cómo hayamos recibido e integrado estas dos energías en nosotros nos va a condicionar nuestra relación con el amor.
El amor se da y se recibe, y es en este fluir que podremos encontrar en la edad adulta un equilibrio sano en nuestras relaciones de pareja. No es bueno dar demasiado amor, nos agotamos amando, esperando así ser más amados y correspondidos, ni es bueno recibir demasiado amor, pues nos sentiremos siempre en deuda con el otro. Lo sano es sentirse en equilibrio entre el amor que damos y el que recibimos. Cuanto más integradas y en equilibrio tengamos las energías femeninas y masculinas en nosotros, más en equilibrio nos sentiremos respecto al amor.
Volviendo a la figura del padre, representante de esta energía más masculina, si bien también es poseedor de la energía femenina, cuanto más presente y activo está en la “tríada”, más podrá aportar al bebé, niño y adolescente esta energía masculina tan necesaria para desarrollarse de adulto. Si la figura paterna está presente pero no muy activo ni participativo en la tríada, el bebé, niño y adolescente va a recibir menos energía masculina de éste, con las consecuencias que esto conlleva. En el caso de que el padre participe poco o esté ausente, por los motivos que sea, normalmente es la madre la que aporta estas cualidades más afines a la energía masculina, pues suelen ser madres más yang, muy dinámicas, activas y con mucha capacidad de dar.
En la edad adulta tendremos igualmente integradas las dos energías, femenina y masculina, las hayamos integrado de la madre y padre respectivamente o ambas de la madre (por no tener padre o tener un padre ausente) o ambas del padre (por no tener madre o tener una madre ausente).
Cómo hayan sido nuestros patrones relacionales con nuestros padres, a la vez condicionado por los patrones relacionales individuales de éstos, así como la relación entre ellos y lo propio con lo que nosotros venimos, va a influenciar nuestras decisiones a la hora de buscar pareja y el tipo de vínculo que vamos a crear con esta.
Todo este engranaje se instala de manera inconsciente. Nos creamos una personalidad en función de lo que vamos viviendo y de lo que necesitamos para adaptarnos al entorno en el que crecemos. Si nuestro entorno nos pide ser tímidos, educados, graciosos, callados o estudiosos, lo vamos a conseguir y lo seremos sin pensarlo demasiado, para sentirnos más queridos dentro de nuestro clan.
Descubrir los patrones relacionales que tuvimos con nuestros padres o sustitutos parentales, que nos condicionaron a la hora de crear nuestra personalidad y nuestros propios patrones relacionales con nosotros mismos y con los demás, nos puede ayudar a buscar una pareja más acorde con lo que somos en realidad, con lo que necesitamos, deseamos y anhelamos, creando así una relación más auténtica entre ambos.
Las terapias corporales como el Método de Liberación de las Corazas(MLC©) nos ayudan a reencontrarnos con nuestro cuerpo y a habitarlo, para aprender a estar a la escucha de lo que ocurre en él y a estar más receptivos a las emociones y sensaciones que se manifiestan en él y a través de él. El cuerpo es la sede de nuestro inconsciente, hábitándolo, explorándolo y escuchándolo, podremos ir al encuentro de estos patrones inconscientes que nos hemos instalado, acogerlos, sostenerlos y aceptarlos lo más amorosa y compasivamente posible, pues nos han servido muy inteligentemente para sobrevivir, pero es bueno transformarlos y sanarlos, para que no nos condicionen ni impidan vivir plenamente en la edad adulta.
Existe un seminario específico de cuatro días para ir al encuentro de esta “coraza parental”, un viaje al interior de nuestro cuerpo que nos permite de manera muy ecológica, llegar hasta lo más profundo de nuestro cuerpo, nuestro corazón, donde nos podemos reencontrar con nosotros mismos y nuestros anhelos y deseos más íntimos, y desde este lugar más auténtico nos sentiremos más libres a la hora de buscar y encontrar una pareja más acorde con lo que necesita nuestro Ser.