Hoy en día el estrés se ha convertido en algo muy presente y habitual en nuestras vidas. Lo hemos normalizado. El estrés en sí mismo no es dañino, lo que es dañino es vivir estresados de manera permanente. Sentirnos estresados puntualmente puede hasta ser bueno, puede ayudarnos a salir de una situación que percibimos como peligrosa, pero el estrés crónico puede llegar a afectar nuestro sistema inmunitario, nuestro bienestar y nuestra salud.

¿Cómo reacciona nuestro cuerpo y nuestro cerebro al estrés? Nuestro cuerpo y nuestro cerebro asocian el estrés a una situación de peligro. Se sabe que cuando sentimos y reconocemos que nos encontramos en una situación de peligro, se activan circuitos neuronales de manera automática, mayoritariamente en esta parte del cerebro que conocemos como cerebro reptiliano (el más antiguo, encargado de nuestra supervivencia), que envían al cuerpo las señales necesarias para que este pueda ponerse en movimiento.

El cuerpo necesita ponerse en movimiento para huir o luchar, y como el cuerpo es muy inteligente, va a segregar cortisol, la hormona del estrés, encargada de elevar los niveles de azúcar en la sangre, justamente para que se incremente la energía necesaria en nuestros músculos y prepararlos para la huida o la lucha.

Lo que pasa hoy en día es que nuestro estrés es diferente que el estrés de nuestros ancestros cuando por ejemplo iban a cazar. Las situaciones que ahora nos crean sensación de peligro y estrés son diferentes, es un estrés que se genera por la percepción de falta de tiempo, de no alcanzar hacer todo lo que nos proponemos hacer, de impotencia, culpa y frustración de no llegar a todo.

Ahora nos genera estrés recibir tantos e-mails en un mismo día, tener que entregar un proyecto o un trabajo a tiempo, presentarnos a un examen, preparar una presentación en la universidad o en el trabajo, nos genera estrés tener que estar siempre disponibles para contestar los whatsapp’s, tener la agenda a tope sin tiempo para respirar, nos genera estrés cómo conciliar la vida personal y profesional, no poder estar más tiempo y de más calidad con nuestros hijos, familiares o amigos, nos genera estrés tener que estar pendientes de las redes sociales, etc…

¿En qué se diferencian estas nuevas situaciones estresantes actuales respecto a las situaciones de peligro de nuestros orígenes más primitivos como seres humanos? La gran diferencia es que ahora no necesitamos huir ni luchar para resolver estas situaciones de estrés, nos podemos quedar quietos, sin poner el cuerpo en movimiento, pensando y resolviendo sólo con la mente cómo salir del estrés

El estrés moderno es un estrés mental más que corporal, no necesitamos el cuerpo para resolver nuestra situación de estrés, no necesitamos huir ni luchar, pero nuestro cuerpo responde y se prepara como si tuviera que intervenir para resolver la situación estresante (generando el cortisol e incrementando nuestros niveles de azúcar en la sangre).

Está bien utilizar la mente para intentar resolver situaciones de estrés.

Darse cuenta que estamos estresados, conocer los factores estresantes, intentar anticiparnos a ellos y poner nuestra intención y voluntad en poder salir de la situación estresante es un primer paso imprescindible y muy necesario para conseguirlo, pero no es suficiente.

Para resolver situaciones de estrés de manera más efectiva y respetuosa con nuestro cuerpo, es necesario también poner a este en movimiento, pues ¿qué ocurre con el cortisol y el incremento de azúcar en nuestro cuerpo si nos quedamos quietos?

Si no nos movemos en momentos de estrés (como alternativa a huir o luchar), se genera lo que se conoce como “reverberación del cortisol”, pues nuestro cerebro espera que el cuerpo se mueva (huya o luche) y si el cuerpo no se mueve, nuestro cerebro lo recibe como otro factor estresante adicional.

Es decir, nuestro cerebro se estresa por la situación estresante inicial y por la quietud con la que nuestro cuerpo vive esta situación estresante

Por lo tanto, si nuestro cuerpo no se pone en movimiento en momentos de estrés, cuando se activa el cortisol e incrementan nuestros niveles de azúcar en la sangre, ésto va a impactar de manera negativa y «re-estresante»sobre nuestro cerebro. Entonces vamos a generar nuevas dosis de cortisol que serán nuevamente despreciadas si no ponemos el cuerpo en movimiento y nuevamente volverá a estresar el cerebro y así será como sucesivamente vamos a perpetuar un estrés crónico, tan dañino para nuestro sistema inmunitario.

Existen muchos estudios neurocientíficos que avalan la idea de que nuestro organismo esculpe nuestro cerebro, más que nuestro cerebro a nuestro organismo.

Se sabe pues que nuestros hábitos alimentarios, nuestra respiración y el latido de nuestro corazón tienen un impacto importante sobre nuestro cerebro. Teniendo en cuenta esta nueva visión del funcionamiento del cuerpo humano y todo lo expuesto, es interesante abordar el estrés desde una perspectiva más amplia, global e integrativa, es decir, teniendo en cuenta todos los factores que pueden ayudar a nuestro cuerpo y a nuestro cerebro en estos momentos de máxima tensión vital.

Lo que sabemos es que deberíamos ser capaces de calmar, relajar y tranquilizar nuestra mente para poder tomar perspectiva de las situaciones estresantes que estamos viviendo en nuestra cotidianidad y poder mejorar así nuestro discernimiento y toma de decisiones.

¿Qué podemos hacer para calmar la mente? Si tomamos la hipótesis que la mente emerge del cerebro, podemos afirmar que para calmar la mente necesitamos calmar el cerebro.

Para calmar el cerebro sabemos que podemos hacerlo influyendo sobre nuestro organismo, por ejemplo equilibrando nuestra microbiota intestinal a través de una alimentación consciente y saludable, a través de técnicas de respiración consciente (mindfulness y meditación), la gestión de nuestra inteligencia emocional y ahora también sabemos que es necesario incluir el movimiento corporal, tanto mediante técnicas de trabajo de consciencia y armonización corporal, como bailar, caminar o cualquier actividad física de fuerza o cardio, aportando así coherencia al cerebro, ayudando y permitiendo que el cuerpo (y no solo la mente) también intervenga en el proceso de resolución del estrés a través del movimiento (en sustitución de la huida y la lucha).

Lo ideal sería poder regalarnos estos espacios de calma para crear los espacios necesarios para comer bien, para poder meditar diariamente y tener una cierta rutina semanal para activar nuestro cuerpo bailando, caminando o practicando ejercicio físico de fuerza o cardio

Si nuestra agenda no nos permite encontrar un espacio para la relajación, meditación o el ejercicio físico, sí que podemos incorporar pequeñas rutinas durante el día que nos permitan reducir el estrés.

Una propuesta sería acordarnos de respirar conscientemente, como mínimo un par de respiraciones conscientes y profundas, entre tarea y tarea (por ejemplo al finalizar una conversación telefónica y antes de empezar a escribir un e-mail).

Otra propuesta sería caminar lo máximo posible, durante el trayecto a la oficina y de vuelta a casa, a la hora de visitar clientes, de hacer pequeños recados u optar por subir las escaleras en vez de coger el ascensor.Os animo a ampliar la estrategia a la hora de ayudar a calmar el cerebro para afrontar y gestionar momentos de tensión y estrés, añadiendo a las técnicas de relajación mental mediante la respiración consciente, una alimentación saludable, la práctica de ejercicio físico y técnicas de meditación en movimiento o conciencia corporal!

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